Aboy
TP 4
La Paradoja del Palacio;
infraestructura de Buenos Aires, técnica Europa, salubridad en el S XIX.
Índice:
1. Las primeras políticas higienistas en el S XIX
1.1 Origen
1.2 Conciencia y accesibilidad
1.3 Aplicación
2. Crecimiento higienista en BS AS
2.1 Surgimiento y desarrollo
3 Evolución técnica
3.1 Servicios públicos de la red cloacal
3.2 Tipología de pabellón
3.3 Palacio de aguas corrientes
4. Del caos sanitario al diseño urbano
Abstract:
En la actualidad, la importancia de la higiene, el cuidado del cuerpo y la prevención de enfermedades son conocimientos asumidos por la sociedad. Sin embargo, este saber no fue casualidad, sino que fue el resultado de un largo proceso histórico en el que la educación y la enseñanza desempeñaron un papel fundamental para mejorar nuestros hábitos. En este trabajo indagaremos sobre el Higienismo, un movimiento surgido en el siglo XIX, donde se buscará comprender su llegada a Buenos Aires y como fueron resignificados los principios higienistas europeos dentro del contexto sociocultural y político. En este trayecto, la epidemia de fiebre amarilla de 1871 emerge como un punto de quiebre dramático en la historia de la ciudad poniendo en evidencia la insalubridad urbana y la precariedad de los barrios populares. La tragedia obligó a las autoridades a reaccionar, acelerando la adopción de políticas higienistas con la necesidad de repensar la ciudad. De igual manera, se discutirá si las reformas higienistas implementadas representaron un verdadero motor de bienestar social o si, por el contrario, funcionaron como instrumentos de diferenciación y segregación de clases, cuyo impacto aún persiste en la estructura urbana actual.
Las primeras políticas higienistas en el S XIX
1.1 Origen:
Con la llegada de la Revolución Industrial, Europa experimentó una profunda transformación. Principalmente el paso de una economía agrícola y artesanal a una economía industrial y urbana, gracias a la incorporación de máquinas, como la máquina de vapor; la producción en fábricas y el uso de nuevas fuentes de energía, como carbón, electricidad y petróleo. “...la revolución industrial modifica la técnica de la construcción… se añaden otros nuevos materiales, como el hierro colado, el vidrio y, más tarde, el cemento” (Benevolo, 1963, p. 41) Esto provocó un aumento en la producción y transformaciones profundas en la forma de trabajar, vivir y relacionarse.
La migración masiva desde el campo hacia los centros manufactureros, ciudades como Londres, Manchester, París y Viena, provocó un crecimiento inestable y desordenado. Este hecho condujo a la superpoblación, la densificación de los barrios obreros y aumento de viviendas insalubres, creando un paisaje urbano sin control. En este contexto, la falta de infraestructuras básicas se hizo crítica; no existían sistemas de alcantarillado adecuados, el agua potable era escasa y contaminada, y la acumulación de residuos en las calles era cada vez más. Esta combinación de factores generó el ambiente perfecto para la propagación de enfermedades infecciosas. Estos brotes como cólera, tifus y tuberculosis no solo estaban presentes en la clase trabajadora, sino que, por primera vez, eran una amenaza directa para las élites y la estabilidad económica.

Escena de una epidemia de cólera en el siglo XIX. Las precarias condiciones de vida y falta de saneamiento favorecieron la propagación de la enfermedad, y causó más de 300.000 muertes.
El higienismo nació entonces como una doctrina científica, política y social que buscaba resolver esta crisis. El entorno ambiental y las condiciones sociales influyen directamente en la salud de las personas. A partir de esto, los higienistas, impulsados por los médicos, empezaron a criticar la falta de salubridad en las ciudades industriales y las malas condiciones de vida y de trabajo de los obreros. Su diagnóstico fue claro: la ciudad era un foco de enfermedad y por consecuencia se propusieron distintas medidas para mejorar la salud pública y la calidad de vida de la población. Entre los higienistas era muy fuerte el pensamiento de que la enfermedad no era solo un problema individual, sino un producto social, resultado de las condiciones de vida y del entorno.
1.2 Conciencia y accesibilidad:
A pesar de que se postulaba como una medida de salud pública universal, su aplicación en un principio estuvo fuertemente marcada por una selectividad de clase. Las clases altas y medias fueron las más beneficiadas, asociando el confort doméstico con la idea de salud y una arquitectura con las nuevas normas de limpieza y orden. El derecho a un ambiente sano se convirtió en un privilegio en la geografía urbana, creando ciudades duales donde la sanidad era una herramienta de diferenciación social más que de inclusión plena. No obstante, esta ideología encontró sus límites en las condiciones de los barrios obreros en los cuales se generan focos de infección que se expandían a la ciudad. Dejando en evidencia que la salubridad no podía ser un privilegio de clase sino una cuestión de interés pública, adquiriendo así, el higienismo un carácter colectivo y político, donde los gobiernos empiezan a implementar nuevas políticas.
1.3 Aplicación:
Uno de los ejemplos más representativos de la aplicación de las ideas higienistas en Europa fueron las reformas de Georges-Eugène Haussmann en París. Su plan de transformación buscó modernizar la ciudad mediante la apertura de amplios bulevares, la incorporación de parques y la renovación de barrios insalubres, con el objetivo de favorecer la ventilación, la entrada de luz natural y la circulación. Este proyecto no solo mejoró las condiciones sanitarias, sino también una imagen de orden, control y progreso, acorde con los intereses del Estado moderno.
Paralelamente, en Inglaterra, Edwin Chadwick jugó un rol decisivo al transformar la miseria sanitaria en una cuestión de economía política. Su trabajo derivó en la Ley de Salud Pública de 1848 y la creación de la Junta General de Salud.
Chadwick defendía que la salud urbana debía resolverse mediante sistemas centralizados de drenaje, abastecimiento de agua y limpieza, sintetizando el principio de que toda salud es una cuestión de ingeniería. En la misma línea, Joseph Bazalgette llevó adelante el sistema cloacal y los desagües subterráneos de Londres, permitiendo desviar las aguas residuales y reducir significativamente los brotes de enfermedades como el cólera. Evidenció así que,las infraestructuras sostienen la vida urbana.
En el ámbito científico, John Snow se destacó como pionero de la epidemiología moderna. A partir de su estudio sobre el brote de cólera en el barrio del Soho de Londres en 1854, demostró que la enfermedad se transmitía por el agua contaminada de la bomba de Broad Street refutando la teoría de la misma y ofreciendo la primera evidencia sólida sobre la transmisión hídrica del cólera.
En conjunto, estas intervenciones no solo redefinieron la forma de habitar y gestionar la ciudad, sino que consolidaron al higienismo como un nuevo paradigma urbano, donde la salud pública, la planificación y la ingeniería comenzaron a pensarse de manera inseparable. En este sentido, diversos estudios señalan que, “No era sólo una cuestión técnica, de infraestructuras de alcantarillado y agua corriente, sino que a través de la mejora del ambiente urbano se pretendía prioritariamente la estabilidad social y la moralización de las clases obreras.” ( Ramos Gorostiza, 2014, p.11)

Esquema del Plan Haussmann. En rojo las calles nuevas, en blanco las existentes y en rallado los espacios verdes.

Construcción de desagües cloacales en Londres.

Mapa confeccionado por John Snow de las muertes por cólera ocurridas en el área de Broad Street. Los puntos rojos representan las muertes registradas y las canillas azules, las fuentes de agua. La bomba del brote se ubica en la intersección de Broad y Cambridge Street.

Transformaciones del plan Haussmann en París. La alcantarilla desde la estación de tren de Estrasburgo hasta el Sena.
Crecimiento higienista en BS AS
2.1 Surgimiento y desarrollo:
A fines del siglo XIX, Buenos Aires tuvo un gran crecimiento por la llegada de inmigrantes, el aumento del comercio y la organización del Estado nacional. Este proceso trajo varios problemas de salud pública; el agua estaba contaminada, las redes de cloacas eran insuficientes y la población vivía amontonada, lo que provocó epidemias como la fiebre amarilla. Este virus avanzó como una sombra silenciosa desde los barrios del sur donde se hacinaban inmigrantes recién llegados que vivían en conventillos húmedos, sin ventilación y sin agua potable. Al principio, las autoridades minimizaron el problema: “es una gripe pasajera”, se decía. Pero en pocas semanas, el brote se descontroló. Mientras los sectores populares morían en masa en los conventillos y los médicos no daban abasto,las familias acomodadas tomaron una decisión contundente: huir, buscando zonas más elevadas y ventiladas donde comenzaron a construir un nuevo tipo de vivienda: los petit hôtels, que en términos urbanos y sociales,fue pasar de la enfermedad a la “ciudad sana” para volver inseparables el estatus, la arquitectura y la salud. Si hablamos de huir, no fueron solo los vecinos quienes lo hicieron: el propio presidente Domingo Faustino Sarmiento dejó Buenos Aires en pleno brote.

Lienzo pintado en tela que resume una de las más grandes epidemias "Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires".
Su partida no pasó desapercibida y quedó grabada como un gesto de abandono en medio de la tragedia. Solo cuando la crisis alcanzó su punto máximo, el gobierno intervino con recursos económicos, hospitales de emergencia y restricciones parciales. “Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos”( El diario La Prensa, 1869).
La epidemia dejó en evidencia que la ciudad no podía seguir expandiéndose sin infraestructura básica. Fue entonces cuando el Estado frente a las crisis sanitarias, comenzó a implementar políticas públicas orientadas al mejoramiento de la higiene y la salubridad, inspiradas en el modelo higienista europeo. En este contexto, comenzaron a difundirse las ideas del higienismo, una corriente que se había desarrollado en Europa como respuesta a las malas condiciones de vida de la clase trabajadora en las ciudades industriales. El higienismo proponía mejorar la salud física y moral de la población a través de la planificación urbana, la construcción de viviendas salubres y el control estatal de las condiciones sanitarias. El principal impulsor de estas ideas fue el Dr. Guillermo Rawson, considerado el "Padre de la Higiene Pública" del país y cofundador de la Cruz Roja Argentina que acompañado por los médicos Eduardo Wilde y José María Ramos Mejía, fueron los que tradujeron e impulsaron las medidas europeas. Promovieron la idea de que el Estado debía intervenir activamente para mejorar las condiciones sanitarias y combatir las causas sociales de las enfermedades.
Evolución técnica
Para lograr una mejora en la salubridad e implementar aquellas políticas higienistas, fue necesaria la incorporación de conocimientos científicos, avances en la ingeniería y mejoras en los materiales que permitieran planificar obras más eficientes y duraderas. De esta manera, la evolución en la técnica se convirtió en una herramienta fundamental para llevar adelante medidas que buscaban optimizar las condiciones urbanas, garantizar la higiene y prevenir enfermedades. Dentro de esta evolución, podemos distinguir distintas ramas, cada una con un papel decisivo para el armado de la ciudad; la técnica de infraestructura urbana, la técnica sanitaria y la técnica constructiva. En conjunto, estas transformaciones reflejan cómo el avance técnico acompañó el pensamiento higienista, haciendo posible materializar sus ideales en la práctica y consolidar una ciudad más moderna, funcional y saludable.
3.1 Servicios públicos de la red cloacal:
Dentro del marco de esta epidemia, la ciudad no sólo necesitaba edificios especializados en salud o sistemas de ventilación eficientes; también requería una infraestructura urbana capaz de sostener a toda la población, que cada vez crecía más y más. En las partes bajas de la ciudad se empezaron a formar pantanos por acumulación de basura en las calles.Los pozos ciegos se desbordaban, llegando a inundar hasta varias cuadras. La ausencia de desagües para evacuar tanto las aguas servidas como las pluviales hacía que todo terminara escurriéndose por las calles (Besio Moreno, Nicolás).
Se creía entonces que estos depósitos de inmundicias, eran los verdaderos focos de infección: “la ciudad de Bs. As., (...) dará a nuestra observación los elementos más evidenciados de que sus fundadores no tuvieron suficiente previsión para hacerla un centro saludable. Sus calles tan estrechas que impiden la circulación amplia y libre del aire, es el inconveniente más importante (...) son pulmones demasiados pequeños que necesariamente amenazan asfixiar a la sociedad.” (Wilde, 1960, p. 19)
Unos años antes del brote de fiebre amarilla en Buenos Aires, John Snow en Londres demostraría el vínculo entre el cólera y el agua contaminada por materias fecales, por lo que era pertinente dadas la situación local hacer hincapié en ese factor. A cargo del ingeniero irlandes Jhon Coghlan, durante 1869, se decidió crear la Comisión de Obras de Salubridad y encarar el proyecto de saneamiento. Se trataba de un sistema subterráneo de tuberías interconectadas, diseñado para recoger las aguas residuales de los hogares y conducirlas hacia canales de evacuación o plantas de tratamiento. Su objetivo no era sólo mejorar la higiene doméstica, sino garantizar la sostenibilidad de la ciudad en su conjunto.

Plano de la ciudad con el proyecto propuesto por el ingeniero John Coghlan, 1869.
La incorporación de redes cloacales evidentemente marcó un avance técnico de ingeniería y urbanismo, adoptando tecnologías europeas avanzadas. Así mismo, esta infraestructura permitió reorganizar el espacio urbano, facilitando la pavimentación, el alumbrado y la expansión hacia nuevos barrios saludables, consolidando así una ciudad más moderna y equitativa.
3.2 Tipología de pabellón:
Hasta esa época, los hospitales eran edificios compactos y cerrados que facilitaban la propagación de enfermedades infecciosas. “La situación hospitalaria era precaria. Los establecimientos tenían salas generales, no contaban con sectores de aislamiento, poseían una insuficiente cantidad de letrinas y padecían la falta de ventilación” ( Lazzarino, 2021, p.4 pdf). Luego de la expansión masiva de las epidemias, se empezaron a proyectar nuevos lugares con mejores condiciones para atender a los habitantes. De esta manera, la tipología de pabellón surgió como una respuesta arquitectónica y funcional frente a los problemas de contagio, hacinamiento y falta de ventilación en los hospitales tradicionales. Este sistema proponía una organización del hospital basada en volúmenes separados o pabellones independientes, conectados entre sí por galerías o pasillos abiertos. Cada pabellón albergaba a un grupo reducido de pacientes, generalmente clasificados por tipo de enfermedad o gravedad, lo que permitía aislar los contagios y mejorar el control sanitario. Gracias a ello, se logró mejoras en la ventilación cruzada, luz natural, separación funcional y entorno verde.
La tipología de pabellón empieza a mostrar una lógica arquitectónica que trasciende la mera infraestructura urbana. No se trata solo de construir, sino de proyectar espacios pensados para cuidar la salud. En este sentido, pertenece dentro de la técnica sanitaria, ya que su propósito era prevenir las enfermedades a través del diseño arquitectónico. Es una lógica funcionalista, que está subordinada, que articula el saber médico con la arquitectura, poniendo el énfasis en las condiciones del ambiente interior y en la organización funcional para evitar el contagio.

Hospital general de agudos Bernardino Rivadavia 1887

Plano del Hospital Muñiz llenos y vacíos representando la distribución de los pabellones y los jardines que lo conforman
En Buenos Aires, esta influencia se reflejó en hospitales como el Rivadavia y el Muñiz, donde la orientación, los materiales lavables y la disposición modular respondieron a los principios del higienismo y de la ingeniería sanitaria. De esta manera, la arquitectura se convirtió en un componente activo del sistema de salud pública, integrando los avances técnicos de las redes urbanas con el diseño espacial orientado al bienestar y la prevención.
3.3 Palacio de Aguas Corrientes:
La tragedia de la fiebre amarilla demostró que sin agua potable y cloacas, no había ciudad posible, lo que impulsó la construcción del Gran Depósito Distribuidor. El Palacio de Aguas Corrientes surge como resultado del proyecto higienista que transformó Buenos Aires comenzado en 1887 e inaugurado en 1894. Su ubicación no fue casual, se construyó sobre el punto más alto de la ciudad, para almacenar y distribuir el agua por gravedad hacia toda la ciudad garantizando el funcionamiento del sistema sanitario urbano. Su interior estaba conformado por doce tanques metálicos con una capacidad de 72 millones de litros, sostenidos con un sistema de pilares, vigas y cerchas de hierro fundido y acero. Su imponente fachada está recubierta con más de 300.000 piezas cerámicas importadas de Inglaterra y Bélgica. Esta lógica responde a los avances en la técnica constructiva y representa el progreso de la ingeniería, la arquitectura y los materiales industriales.
Sin embargo, esa estructura funcional queda completamente oculta tras una fachada monumental y ornamentada donde el edificio se concibe como un palacio,convirtiendo una infraestructura invisible en un símbolo de progreso y civilización. Esta decisión revela una paradoja constructiva: una estructura industrial revestida como palacio. Aunque el edificio no requería expresarse formalmente, fue envuelto en un lenguaje arquitectónico que lo integrará al entorno urbano y lo elevará simbólicamente como emblema del progreso. “visualmente, si procuramos abstraernos de este festival ornamental, veremos que el ordenamiento de las fachadas del Palacio no se aparta de los principios de composición que regían la arquitectura académica de la época” (2017, p. 111). Así, la monumentalidad decorativa no contradice su racionalidad estructural, sino que la disfraza, articulando técnica y representación en una misma obra.
Los requerimientos técnicos del programa no exigían ningún tipo de ornamentación en la fachada. No obstante, el edificio asume una función que iba más allá de lo sanitario o lo urbano: una función simbólica. El Palacio debía ser incorporado como uno de los grandes logros de gestión del momento, una obra que garantizaba el acceso al agua corriente y que, al mismo tiempo, representaba el poder del Estado. Fue revestido con una estética que lo integra al entorno urbano y lo eleva simbólicamente como emblema del progreso. De esta manera, el Palacio se convierte en una obra que articula infraestructura y cultura, eficiencia y prestigio, técnica y política. No es casual que sea monumental, casi teatral, es una arquitectura que celebra la higiene como poder, la salud como progreso y la ingeniería como salvación.

Contraste entre la arquitectura monumental del Palacio de Aguas Corrientes y las construcciones cotidianas del barrio

Corte longitudinal

Vista desde Av Cordoba

Interior del Palacio de Aguas Corrientes. Contraste entre la riqueza ornamental de su fachada exterior y la estructura funcional metálica de su interior

Fachada del Palacio de Aguas Corrientes. Los escudos de las provincias argentinas integrados en su ornamentación simbolizan la unión nacional
Del caos sanitario al diseño urbano
El higienismo redefinió la forma de pensar la ciudad, transformando la insalubridad urbana del siglo XIX en un motor de renovación técnica, arquitectónica y social. Gracias a la incorporación de nuevos materiales, infraestructuras y saberes médicos,se generó una nueva relación arquitectónica, técnica y de bienestar colectivo en Buenos Aires que dejó atrás su imagen de ciudad enferma para proyectarse como un entorno más seguro, ordenado y moderno influenciado por modelos europeos. Aunque en sus inicios estos avances beneficiaron principalmente a las clases altas, con el tiempo también alcanzaron a los sectores populares, ampliando el acceso a servicios básicos y entendiendo que no solo se consigue una calidad de vida mejor sino, también la renovación y evolución de una ciudad
Sin embargo, estos avances también abren nuevas preguntas acerca de cómo se construyó esa nueva lógica espacial. ¿Cómo se negociaba el diseño entre lo funcional, lo simbólico y lo político? ¿Qué tensiones surgieron entre el ideal de ciudad saludable y las realidades materiales de los barrios populares? ¿Hasta qué punto los criterios técnicos respondían a necesidades sanitarias y cuándo empezaron a funcionar como mecanismos de control?. Comparar las distintas respuestas arquitectónicas frente a la insalubridad, desde los pabellones hospitalarios hasta los petit hôtels, permite entender que el higienismo no fue solo una política sanitaria, sino una forma de pensar el espacio y la ciudad. Una forma que, en su afán por ordenar, también delimitó quién podía habitar, cómo y dónde.
Bibliografía
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Benevolo, L, (1963),Historia de la Arquitectura Moderna, Madrid, Taurus Ediciones.
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Gorostiza,J,Edwin Chadwick, el movimiento británico de salud pública y el higienismo español,(2014), Mardrid, Universidad Complutense de Madrid.
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Guiastrennec, L ,(2020), En los días de borrascas - Una aproximación a los discursos e imaginarios sociales en torno a la epidemia de fiebre amarilla de 1871, Buenos aires,Editorial Autores de Argentina.
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Lazzarino, C, (2021),Epidemia de fiebre amarilla en la ciudad de Buenos Aires en 1871,Buenos Aires, Revista Argentina Salud Pública.
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Di Lisicia, M, Salto, G, (2004), Higienismo, educación y discurso en la Argentina (1870-1940), La Pampa, Editorial de la Universidad Nacional de La Pampa.
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Da orden, M, (1991),Los socialistas en el poder. Higienismo, consumo y cultura popular: continuidad y cambio en las intendencias de mar del plata. 1920-1929, Tandil, Anuario IEHS: Instituto de Estudios histórico sociales.
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(1869), “Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida…”;. Buenos Aires, Diario la Prensa.